noviembre 2, 2008

Con estos días de lluvia, lo único que se puede hacer es salir en kayak, canoa o piragua a la calle, ir al cine o leer. Así que:
Recupero el placer de la lectura de la infancia leyendo en Eñe. Revista para leer un escrito de Michel Houellebecq sobre sus lecturas de la infancia.
Y me reafirmo en la suerte que he tenido al provenir de una familia numerosa, y de haber sido criada por personas que a su vez provenían de familias numerosas, por toda la libertad que eso implica, porque en una familia numerosa no se sabe, a veces ni se quiere saber, exactamente lo que están haciendo los hijos. Y pienso en tantos niños que son hijos únicos, única felicidad de sus padres, tal vez única compañía de su madre divorciada y su única fuente de ingresos emocionales. Y siento mi suerte infinita.

7 respuestas to “”

  1. Estelita Says:

    Ay, nena, no sé por qué pero me siento aludida con esta entrada tuya. Jajajj.

    Suerte en algunas cosas habrás tenido, pero tampoco suerte infinita, ¿no?

    Quidicir, yo soy hija de madre divorciada y probablemente su única fuente de felicidad y bueno, eso sin duda tiene claras desventajas, pero, chica, yo de pequeñaja era feliz como un regaliz con mi madre (cuando no se le iba la olla); el feeling, ya lo dice ella, lo empezamos a perder desde mi adolescencia, desde Internet… Vaya, mi culpa, ¿eh? jajajaj.

    Anecdotilla, que me acabo de acordar: como yo iba a un colegio de monjas y sabía perfectamente cómo concibió la virgen, yo pensé que todas las madres se quedaban encinta del mismo modo milagroso. Yo pensaba que las madres podían quedarse embarazadas en cualquier momento, Dios las embarazaba. Los padres eran señores que vivían con las madres y podían (o no) viajar durante la semana (el mío viajaba bastantes semanas). No me preguntaba yo qué papel tenían en la concepción de las criaturas.

    Claro, con este panorama, yo siempre estaba preocupada, preguntándole a mi madre: esto, mamá, Dios puede dejarte embarazada en cualquier momento, ¿o a ti no te va a dejar? No, hija, tranquila, no me voy a quedar embarazaba. ¿Pero cómo lo sabes? Dios puede hacer que te embaraces cuando quiera y tú ni te enterarás. Que no, hija, que no, que yo sé que a mí no. Y yo volvía a insistir. Y así un buen rato.

    Que vale, que igual un hermanito molaba, pero mi madre no me defendía de una niña más pequeña que yo hija de unos conocidos que me quitaba mis muñecos y cuando le pedía dócilmente si podía jugar con ella, me decía que no (y si insistía me arañaba)-como pa defenderme de un chiquillo que había parido- y si una niña dos años menor (tenía tres años y yo cinco) tenía la afición de clavarme sus afilados incisivos, pues mira, qué quieres que te diga, estaba yo aterrada. No era sólo ya esa historia del usurpador hermano pequeño, era un miedo fundado. Que a mí chiquillos más pequeños que yo me daban unas hostiacas y unos mordiscos de órdago.

  2. y más allá Says:

    Feliz mañana gris marengo, Estela:

    Huelga decir que esta entrada no pretendía ser un ataque contra nadie, ni mucho menos. Y que no he escrito pensando en ti, sino en la generalización de familias monoparentales (ya se sabe que la familia no es lo que era xD)… aunque según terminaba de escribir, sí pensé que te darías por aludida. Cómo no.

    Ni pretendía decir que mi infancia fuera idónea. Ambas sabemos que no pretendo afirmar nada así, acabáramos.

    Pero sí que es cierto que siempre, por muy mediomediana que fuera, me he sentido muy afortunada de tener hermanos, y cuantos más mejor, y cuanto mayor soy, más claro lo veo. Y ayer lo vi desde esta otra perspectiva.

    Y bueno, en cuanto a tu madre no defendiéndote de otro niño menor, mi opinión:

    -Si la criatura tenía 3 años y tú 5, lo mismo le parecía más lícito que tú hicieras algo y le daba cosica intervenir, no siendo el otro individuo carne de su carne. No la quiero justificar, sino entender un poco.
    -Te aseguro que ante un hermano fiera tú te habrías defendido, y tu madre también. La confianza y la cercanía hacen esas cosas. Y las ostiacas entre hermanos siempre tienen sus límites, además de su contrapartida: luego hay juegos, cosquillas y amorrrr. Además, siendo tú la mayor y destronada, es más que probable que hubieras atacado tú primero…

    Fascinante la historia de tu madre y el espíritu santo. Qué maja tu madre, jajajaj, y tú, por descontado.
    Besacos!!!

  3. Estelita Says:

    La criatura de tres años era otra. Mi madre de quien no me defendía era de otra chiquilla que tenía cuatro cuando yo tenía cinco y medio. La cosa es que no sólo era que no me defendiera, sino que no me dejaba defenderme. Es decir: mi madre me decía, déjale los muñecos, hija, si no pasa nada. Y yo: ya, si eso sí, pero es que ni siquiera me deja jugar con ella. Y mi madre: bueno, no pasa nada. Y yo: ahh.

    Esas cositas.

    Pero vaya, que yo lo entiendo, era hija de unos conocidos. Y no se atrevía mi madre a mucho.

  4. Estelita Says:

    Por cierto, ¿yo atacar primero? ¿Yo atacar primero descendiendo como desciendo del mismísimo Espíritu Santo? JAMÁS.

  5. AnaMontanta Says:

    Que nada, que nada… que como la familia numerosa de la dueña y señora del bolloblog no hay ninguna, divina o terrestre, que se le pueda comparar. Te lo digo yo…

  6. bliter Says:

    estoy de acuerdo con anamontana.

  7. MARTHA Says:

    HOLAAAAAA CUATES ESTA BIEN LO QUE DICE HANNA MONTANNA BAEY LOSSS QUIEROOOOO(y)


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